viernes, 23 de enero de 2009

Un vicepresidente fantasma

Es el compensador y el gran desconocido. La elección de Joseph Biden como segundo de Obama, anunciada al mundo por sms, pareció nacida de un estudio demográfico: blanco, mayor (65 años y dos aneurismas cerebrales), sin ingresos multimillonarios, con experiencia en política internacional y un dramático pasado que le acercaba al electorado: perdió a su primera mujer y a su hija de trece meses en una accidente de tráfico en 1972. Su presencia en el ticket electoral compensaba los miedos de los que consideraban a Obama un radical; acercaban al hoy presidente a los votantes de Hilary Clinton, e introducía un elemento estabilizador, casi tranquilizador para una parte del electorado, en la revolución del Yes, we can. Hoy es un personaje secundario: en el punto de mira de la comunidad judía estadounidense y también de los conservadores por sus convicciones abortistas –el partido de la muerte, le llaman los católicos estadounidenses--, Biden es la sombra detrás del héroe. Son los peligros de un presidente estrella en los tiempos de la sociedad multitarea. El ex senador es un hombre interesante. También, un vicepresidente que se arriesga a ser un fantasma.
 
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