jueves, 9 de abril de 2009

Rustaveli, avenida de la muerte


Ocurrió el 9 de abril de 1989, y fue el penúltimo zarpazo del oso soviético. La avenida Rustaveli, en Tiblisi, la capital de Georgia, se llenó de manifestantes pidiendo la independencia. Luego llegaron los tanques, los gases tóxicos sin etiqueta y los cuchillos afilados. Hoy se describe lo visto aquel día con una sobria frase: “Escenas de una batalla medieval”. El paso del ejército soviético, solicitado por el partido comunista georgiano, dejó 20 muertos para apagar la primera revuelta de 1989, cuando cayó el muro de Berlín. Fue hace 20 años, y Georgia lo ha recordado esta semana asombrada por las inquietantes similitudes entre aquellos y estos días. El país perdió en agosto el 20% de su territorio luchando cinco días contra Rusia. La crisis política es galopante, incluye arrestos de opositores, vídeos que les enseñan comprando armas automáticas, y supuestos complots para derrocar al presidente. Justo en el aniversario de aquella terrible fecha una nueva manifestación reunió a 60.000 ciudadanos pidiendo la dimisión de su presidente, Mikhail Saakashvili. Es Georgia un país profundamente nacionalista, como todos los de nuevo cuño, de esos que va por los Juegos Olímpicos acarreando las fotos de los yacimientos y los vestigios sagrados que explican su singularidad, la razón de su independencia. Hoy mira al pasado y ve en él mucho de su presente. Rusia acecha. Los manifestantes protestan. Y Ossetia del Sur, como hace 20 años, busca separarse. Sólo faltan los tanques, aunque sobran las fuerzas especiales. A nadie pueden sorprenderle los acontecimientos: son las consecuencias de la Guerra de Recursos y el mejor ejemplo del expansionismo ruso. Las últimas protestas estaban previstas hasta en la guía de viajes lonely planet.


 
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