lunes, 5 de octubre de 2009

Política de favores

Barack Obama, ese presidente trasquilado tras pasar cinco horas en Copenhague –a los miembros del COI no les debió gustar que ni siquiera se quedara a la votación, y las consecuencias las pagó Chicago 2016—, acaba de subrayar cuál es la balanza de poderes en Asia. Puesto ante una oportunidad única para reforzar su política de gestos, esa tramoya de imágenes y discursos pensados para televisión que tanto le han ayudado en su carrera, Obama iba a recibir al Dalai Lama esta semana. Desde 1991, el líder budista, que es símbolo religioso al mismo tiempo que icono político, ha visitado Washington diez veces, y en casi todas se ha reunido con quien entonces fuera el presidente de los Estados Unidos. No esta vez. No con Obama. No hasta que el presidente estadounidense se reúna antes con Hu Jintao, su homólogo chino. No, dicen en la administración de Obama, porque la política de fotos con el líder tibetano nunca ha funcionado, y “esta administración”, insisten; “está aquí para conseguir resultados”. Estos son los resultados, por ahora: criticar la precariedad de los derechos humanos en China “no puede interferir con la crisis económica global; la crisis global del cambio climático; y la crisis de seguridad”, dijo Hillary Clinton antes de visitar Pekín en febrero. Nadie en la administración Obama se queja ya de la ponderación artificial del Yuan, que tanto altera la balanza comercial entre los dos países. El Dalai Lama, símbolo del Tíbet invadido por China, no tendrá por ahora foto en la Casa Blanca. Y pocas voces han reaccionado a la exhibición de misiles y tropas celebrada la semana pasada en Pekín, con motivo del 60 aniversario de la República. Todos esos silencios, todas esas concesiones, toda esa política de gestos hacia el régimen comunista, ya tienen resultado: Wen Jibao, primer ministro chino, está en Corea del Norte para convencer a Kim Jong Il de que debe reabrir las negociaciones para cerrar su programa nuclear. ¡Gracias Dalai Lama!

 
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