miércoles, 11 de marzo de 2009

El baile de la muerte


El Impecable surca los mares cuando una flotilla de cinco barcos le rodea. No hay diálogo posible. Dos de las naves enemigas le cortan el paso. Las otras tres, la huida. En una maniobra desesperada, el capitán ordena parar las máquinas, llenar los cañones de agua, y disparar a uno de los hostigadores. Éstos no paran. Simplemente, se quedan en calzoncillos por aquello del agua. Suena a película de guerra. Es una escena verdadera, según cuenta la televisión de la marina estadounidense, que no aclara qué hacía un barco con sonar, de los utilizados para detectar submarinos, perdido allí por Asia. Ocurrió en el Mar del Sur de China, cerca de la Isla de Hainan, y enfrentó sin consecuencias en aguas internacionales a un buque de reconocimiento estadounidense con cinco chinos. Los dos países llevan meses participando en un peligroso baile. El Impecable ya había sido sobrevolado en varias ocasiones por aviones de la dictadura comunista, que también intentaron intimidar así al Victorioso, otro barco estadounidense, después de que un barco patrulla chino le iluminara con un potente foco, como diciendo, aquí está, este es tu objetivo, es imposible que falles. Es legítimo plantearse si la agresividad china no tiene que ver con la elección de Obama: curiosamente, en 2001, recién elegido Bush, dos cazas chinos chocaron contra una patrulla estadounidense, que tuvo que enfrentarse a un aterrizaje de emergencia, lo que no evitó la muerte de uno de los pilotos chinos. La pregunta es obligada. ¿Qué piensa Obama de China? “No es nuestro enemigo, tampoco nuestro amigo. Es nuestro competidor”, dijo el presidente estadounidense cuando aún luchaba por ser candidato demócrata a la presidencia, el 26 de abril de 2007. Entonces, como desde el Senado, cuando impulsó un texto en el que se criticaba la devaluación artificial del yuan para desequilibrar la balanza comercial entre los dos países, Obama preveía una guerra económica. Ojalá todo se quede en eso.



 
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