lunes, 13 de abril de 2009

El paseo de los bancos muertos

Fue una estampida de primeros ministros con corbata, evacuados a la carrera, con helicópteros, coches y piernas ajenas, porque a algunos les llevaban sus guardaespaldas a la sillita de la reina. Ocurrió el sábado, cuando los manifestantes antigubernamentales, vestidos de rojo, reventaron la puerta que acogía la reunión del ASEAN (Asociación de países del Sureste Asiático, en sus siglas en inglés) en Tailandia y se lanzaron a la caza de los mandamases. El estado de emergencia fue declarado y abolido en unas horas, por mucho que Abhisit, el primer ministro tailandés, lleve semanas sin poder acceder a su despacho, bloqueado por los opositores, que no reconocen su victoria tras unas polémicas elecciones. La pregunta que planteó el incidente, en consecuencia, sigue vigente. ¿Hay algo más tras tanto enfado? Sí. Tailandia es el primer país al que occidente dejó abandonado a su suerte, el primero que abrazó la globalización y la apertura económica preconizada por Estados Unidos para luego arder en las llamas de la recesión, solo y despreciado por los mismos países que habían fomentado el crecimiento de su burbuja financiera, invirtiendo en rascacielos, fábricas de automóviles y complejos turísticos; devaluando el bath, la moneda local, hasta límites insospechados; causando ruina, paro y destrucción. Fue en 1997. El intento de controlar la recesión, según cuenta Clyde Prestowitz en Rogue Nation, hizo que el banco central tailandés invirtiera 26 billones de dólares en comprar su propia moneda para intentar reflotarla. Fracasó y se quedó sin reservas. El país estaba en bancarrota. Al final del año, el gobierno había cerrado 56 de sus 58 instituciones financieras más exitosas. El desempleo creció hasta el 20%. “Se veía a antiguos magnates vendiendo sándwiches en las calles”, dice Prestowitz. Los tours turísticos tenían un nuevo destino: pasar por Asoke Street, el Wall Street de Bangkok. El paseo de los bancos muertos, le llamaban. Japón no consiguió que Estados Unidos liderara el plan internacional de salvamento. Insensible al sufrimiento de la población local, arruinada y trasladada del paraíso económico al estancamiento absoluto en un mes por el estallido de la burbuja financiera, Clinton dijo: “Es un pequeño problema en el camino hacia la prosperidad global”. Esas cosas no se olvidan. Y más de diez años después, siguen vivas. Llámenlo resentimiento.
 
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