viernes, 27 de febrero de 2009

Obama abre la Casa Blanca al esclavismo


Ha tenido que llegar el primer presidente negro para que los esclavistas vuelvan a la Casa Blanca. Decir eso es forzar un poco la máquina, claro, pero tampoco tanto: Taro Aso, el primer ministro japonés, tercero en un año, es la primera visita oficial en Washington desde la elección de el deseado. Un hombre peculiar, Aso. Ha vivido en Estados Unidos, Inglaterra, Brasil y Sierra Leona, dedicado a las minas de diamantes. Es católico. Formó parte del equipo de tiro japonés en los Juegos Olímpicos de 1976. Firma frases que causan furor en Internet, como aquello de que China es un peligro inminente, lo de que quiere hacer un país para judíos ricos, eso de que pegar a los alumnos es una de las grandes herencias que el Japón dejó en sus colonias, y lo de que tener la cara amarilla es una ventaja para intermediar en el conflicto de Oriente Medio. El hombre, no se sabe muy bien por qué, tiene un nivel de popularidad entre sus ciudadanos del 15%, según las encuestas. Ha defendido al supuestamente borracho de su ministro de exteriores, que acabó dimitiendo tras el ridículo de sus ceceos en una reunión del G-7. Y le han sacado los colores porque, en medio de la crisis que golpea a Japón desde hace años, con el país colgado de los grilletes de la especulación financiera y la población más vieja del mundo, vive a todo trapo: el diario Asahi le siguió durante 21 días hasta calcular que había comido y bebido en 32 restaurantes de Tokio durante ese periodo de tiempo, y que en diez de aquellas jornadas se fue de copas más tarde. Da igual. El morbo está en otra cosa: a finales de 2008, Aso tuvo que reconocer que la mina de carbón de su familia utilizó a cientos de prisioneros de guerra australianos, británicos y holandeses durante la Segunda Guerra Mundial.
 
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