jueves, 30 de julio de 2009

El submarino del miedo

Hace tres días, la India celebró un hito tecnológico que puede tener efectos catastróficos: la botadura de un submarino nuclear capaz de disparar misiles. Su nombre ya dice muchas cosas: Arihant, el destructor del enemigo. Su exclusividad, más allá del debate sobre lo que le cuesta el cachivache a un país que lo vive todo en precario, anuncia problemas: sólo China, Estados Unidos, Francia, Reino Unido y Rusia disponían de un submarino semejante, lo que pone lógica al nerviosismo que se ha desatado entre los países vecinos de la zona. Con todo el mundo mirando hacia Irán, Irak y Afganistán, la India y Pakistán siguen poniéndole nombre a los dos países con un enfrentamiento potencialmente más catastrófico para el conjunto del planeta. Son dos potencias nucleares enfrentadas desde hace decenios y con el ritmo de su diabólico baile ahora aumentado por la botadura del submarino. Conviene recordar cómo empezó todo, por mucho que la era de Internet asegure que cualquier dato está a un clic de distancia: Pakistán, con 165 millones de habitantes el sexto país más poblado del mundo, nació en 1947, como la India, independizándose del Raj británico al final de la Segunda Guerra Mundial. Ése frío dato esconde el trasiego de millones de personas, pies descalzos por caminos polvorientos para desplazarse hacia un Pakistán mayoritariamente musulmán o una India de preponderancia hindú. El volumen de salvajadas cometidas en esa emigración no tiene nombre, pero sí contiene datos y explica un peligro: se movieron más de 7 millones de musulmanes hacia Pakistán. Casi el mismo número de hindús y Sikhs buscaron refugio en la India. De esa fuente bebe el conflicto que enfrenta a los dos países sobre el dominio de Cachemira; de ése mismo sitio nacen un puñado de guerras y la permanente amenaza de que un conflicto étnico-religioso rompa al mundo de un bombazo nuclear. Desde esta semana, el escenario tiene un nuevo protagonista: un submarino nuclear con dos años de pruebas por delante para demostrar que puede cumplir con su terrorífico destino.
 
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