miércoles, 18 de marzo de 2009

Musharraf pierde la batalla de los jueces


Pakistán es un país misterioso. Se le supone aliado en la Guerra contra el terrorismo, pero en sus difusas fronteras anidan las madrazas que envenenan con sus fieles las guerras de Afganistán e Irak, quién sabe si incluso el famoso Osama. Se piensa, también, que es un aliado de los Estados Unidos, pero cada poco tiempo se suceden las manifestaciones antiestadounidenses, calentadas al fuego del intervencionismo de sus políticos y sus tropas. Y se observa que sólo se actúa contra los radicales cuando la soga estadounidense o la sangre pakistaní, derramada en atentados, aprieta. Pakistán fue durante tiempo el espejo de la vergüenza de Bush: un aliado preeminente, según su doctrina, pese a su fundamentalismo, su presidente-dictador convertido en salvapatrias (Pervez Musharraf) y su reconocido arsenal nuclear. Peor que el peor Irak imaginado. La comparación provoca rubor, como ver qué hace falta para que las cosas cambien: Iftikhar Chaudhry volverá a su puesto como juez en el Tribunal Superior de Justicia, igual que otros 60 togados, después de que Musharraf, que se despidió del poder en 2008, los depusiera. ¿Qué había hecho el juez? Enfrentarse legalmente a la decisión del dictador, que temió que declarara ilegal su reelección, declaró el estado de emergencia y suspendió la constitución en 2007. ¿Qué ha hecho falta para que vuelva a su puesto? Que se organice un movimiento cívico, El Movimiento de los Abogados; que se monten manifestaciones por todo el país, algunas cargadas de violencia; y que presionaran por igual Hilary Clinton, Secretaria de Estado de los EEUU, y los militares pakistaníes. Aquí, una magnífica crónica con todos los vericuetos del asunto.




En la imagen, un manifestante con una caricatura de Musharraf
 
Bitacoras.com